La (posible) revolución del mercado financiero chileno
Si en los últimos años hubiésemos contado con una institucionalidad autorregulatoria del nivel de FINRA, hubiese sido bastante más difícil que se desarrollaran los escándalos financieros más emblemáticos.
En la edición de mayo de su edición impresa, El Mercurio Inversiones publicó un interesante reportaje sobre cómo Chile puede avanzar hacia un eficaz esquema de autorregulación financiera, al estilo de FINRA en Estados Unidos. Esta discusión es completamente necesaria, pues es claro que si queremos mercados de capitales profundos, eficientes y justos necesitamos mejores estándares de protección a los usuarios. Y que buena parte de aquello provenga de los propios agentes del mercado ha resultado ser una fórmula exitosa en otras naciones.
Si, por ejemplo, en los últimos años hubiésemos contado con una institucionalidad con el nivel de FINRA, habría sido bastante más difícil que se desarrollaran los escándalos financieros más emblemáticos. Pienso por ejemplo en el revuelo generado por el llamado caso Cascadas, o el uso de información privilegiada en CFR o LAN, Banco de Chile, etc. También respecto del reciente caso del Grupo Arcano, que abusó de las reglas con que la SVS resolvió facilitar las ofertas públicas dirigidas a mercados restringidos o colocaciones privadas. En este último caso, cuando uno observa los factores de contexto tenidos en vista para otorgar estas flexibilidades, normalmente se encuentra con un mercado más desarrollado y con estándares de cumplimiento más elevado, donde todos los participantes saben que la estabilidad del sistema depende de la corrección de cada uno y no de la viveza para evitar ser pillado.
Por otro lado, hay quienes alegan que la SVS ha “llegado tarde a varias pelotas”. Para los que saben de fútbol, un defensa que llega tarde es muy peligroso porque normalmente se lleva consigo pelota y jugador, y afea el espectáculo. Pero, más allá de las críticas, vayamos a las causas. Cuando se analiza el modelo administrativo sobre el que se diseñó la Ley Orgánica de la SVS, uno ve que los canales de interacción con el mercados son muy acotados y reglamentados, basados en obligaciones que el privado debe cumplir; o sea, el impulso de cumplimiento regulatorio nace en lo privado y la acción fiscalizadora depende del incumplimiento.
La autorregulación representada por el modelo FINRA, nace precisamente de la experiencia privada y se integra en el cuadro regulatorio público mediante la colaboración con los reguladores y tribunales.
En medio de la creación de la Comisión de Valores (que reemplazará el próximo año a la actual SVS), lo ideal sería que el regulador esté más presente en el mercado de manera normal y proactiva, no con el ánimo de andar repartiendo multas a diestra y siniestra, sino para estar más cerca de la operatoria ordinaria, más atenta a los desarrollos de mercados y nuevos productos. Para eso, sus cuerpos directivos debieran poder alimentarse de la experiencia y el desarrollo de los mercados de capitales. De nada sirve aumentar el número de carabineros si éstos están encerrados en la comisaría; hay que salir a la calle y hay que abrir las puertas a un consejo superior de mercado de capitales de integración mixta, público-privada.
Pero, ¿por qué esto interesaría a los privados? La única forma de tener un mercado sofisticado y eficiente, que permita ganar más plata en el largo plazo, es mediante el mejoramiento de la cultura privada de cumplimiento regulatorio. Si ponemos los objetivos en el corto plazo, un mercado más opaco e ineficiente será más propenso a generar asimetrías y arbitrar en esas oportunidades anormales. A río revuelto, ganancia de pescadores, pero sólo de los que tienen la caña más larga, no del que se esfuerza más por encontrar la mejor posición. Es imposible sostener un mercado rentable en esas condiciones.
¿Cómo puede el regulador ayudar al fomento de este escenario de cooperación público-privada? Lo primero que hay que hacer es explicitar los objetivos, y eso significa mostrarnos las cartas. Segundo: entrar en un programa paulatino de desarrollo de mercados y de autorregulación que permita que en algún momento los privados integren las comisiones fiscalizadoras. Pero eso no se alcanza por ley: es un proceso de cambio de la ética empresarial y de la ética del mercado, así como también, del mejoramiento de los procesos del regulador.
En otras palabras, la incorporación de FINRA tiene que ser progresiva, pero con un programa explícito; tal como se hizo en EE.UU. No nos olvidemos que todo esto requiere de una sólida decisión política. Cabe recordar que FINRA nace desde una moción del Congreso norteamericano que busca mejorar la protección de los inversionistas para mantener el liderazgo de ese país en los mercados de capitales globales. Con esa visión estratégica se trabajó con los privados a todo nivel; abogados, banqueros, asesores, pero no con más reglas sino con estándares («preocúpate tú de hacer bien tu pega»). Así, se llegó a un punto en que se hizo innecesario tener revisar la documentación para inscribir un valor, porque al regulador le quedaba claro que el trabajo de cedazo que habían hecho los privados era de tal calidad, que su función de control se volvía superflua.
Estamos, en definitiva, frente a una oportunidad única de mejorar nuestro mercado. Por lo pronto, los próximos meses nos mostrarán si somos capaces de avanzar hacia ello.
Inversiones – El Mercurio
Autor: Max Spiess
MAY 30, 2016
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